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Los usuarios toman el control
En la última década la web creció con una promesa: el fin de la verticalidad en la comunicación de los medios tradicionales y la llegada de un vínculo horizontal entre las personas. Páginas personales, blogs, redes sociales, podcasts, canales de YouTube… son todas plataformas que le permiten darle voz a nuestras ideas, nuestras opiniones y nuestras experiencias sin la necesidad de contar con una enorme infraestructura como un estudio de TV, imprentas para imprimir un diario o una antena para transmitir un programa de radio. En todos los casos, además, siempre existen opciones gratuitas de estas plataformas… ¡e incluso formas de monetizar nuestros contenidos y volverlos nuestro trabajo!
 
Ahora bien, ¿quién decide el destino de estas herramientas? Uno podría pensar que quienes idean y diseñan las plataformas son los que decide cómo serán usadas. Sin embargo, eso nunca es así y en esto reside, a mi entender, una de las aristas más brillantes e irreverentes de la web. En Internet somos los usuarios los que decidimos no sólo el éxito o fracaso de una web, una red social o una app, sino que también somos nosotros los que determinamos para qué van a ser usadas.
 
Al igual que más de 1650 mil millones de usuarios en todo el globo, hoy todos contamos con un perfil de Facebook en el que compartimos nuestras fotos, momentos y experiencias. Además, nos ponemos al día con las noticias de nuestro país y todo el mundo, sin dejar de lado las cosas que le suceden a nuestros amigos y familia. Sin embargo, los objetivos de su creador, Mark Zuckerberg, eran muy distintos cuando lo lanzó en 2003 como un sitio para que los estudiantes de la Universidad de Harvard tuvieran una versión digital de sus anuarios. Hay versión encontrada de esta génesis -siempre es buen consejo volver ver la película “Red Social”- pero a lo largo de los años Facebook fue cambiando no sólo por decisión de su directorio, sino porque los usuarios encontraron allí una plataforma para compartir su vida.
 
Lo mismo sucedió con Twitter, que nació como una red de microblogging que durante años nos preguntaba “¿Qué estás haciendo?”, para que contásemos nuestras acciones cotidianas y personales. Sin embargo, rápidamente los usuarios de la web del pajarito azul la volvimos el epicentro de noticias, análisis, opiniones y hasta escándalos. Por eso, desde 2009, nos pregunta “¿Qué está pasando?” y fue incluyendo cada vez más features que sirven para cubrir en tiempo real eventos que en ocasiones tienen relevancia mundial.
 
Y qué decir de Snapchat, pensada para el sexting entre jóvenes y reconvertida en la plataforma de storytelling más innovadora del mundo gracias que sus creadores decidieron analizar cómo la utilizaban sus usuarios y la fueron adaptando a sus necesidades.
 
La frase “nada está escrito en piedra” -cuyo origen, según los especialistas, es antiquísimo y se remonta al episodio de Moisés con las tablas de La Ley en el Antiguo Testamento- es cierta en muchas ocasiones pero sobre todo cuando hablamos de Internet. No importa para qué fue creada una red social, una app o un sitio web: los usuarios tenemos la última palabra. Podemos usar LinkedIn para buscar trabajo o para compartir nuestras ideas y visiones de la productividad; jugar a Pokémon Go para conocer más sobre nuestra ciudad y sus atracciones; usar Tinder para armar una fiesta única en la que conocer nuevos amigos; o contar una novela por capítulos en Facebook. Las nuevas tecnologías nos proponen horizontalidad: depende de nosotros como usuarios poder volver esa promesa una realidad.
 
Tomás Balmaceda, Periodista y blogger
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