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Emojis: mucho más que dibujos
¿Alguien recuerda la vida antes de los emojis? Ok, ok: estoy exagerando un poco, todos nos acordamos cómo era responder “ok” o “de acuerdo” cuando nos hacían una invitación por chat o escribíamos “¡me divierte!” o “me gusta” frente a una publicación en alguna red social. Hoy, sin embargo, parece inevitable hacerlo con emojis. Hay situaciones en las que un monito tapándose los ojos parece la respuesta correcta y otras en las que preferimos usar las llamas ardiendo para indicar que se trata de algo “hot”.
 
Y no es exagerado decir que en tiempo récord estos simpáticos ideogramas tomaron el mundo por asalto y se volvieron parte del ADN de nuestra vida digital. No sólo el prestigioso Oxford Dictionary eligió el emoji de la risa con lágrimas en los ojos como la palabra de 2015, sino que en la publicitada pelea entre Taylor Swift y Kim Kardashian todo giró alrededor del emoji de la serpiente, un insulto tan doloroso como abstracto.
 
Herederos de los más sencillos emoticones -los que ya pasamos las tres décadas de vida recordamos cuando con un punto, una coma y un paréntesis indicábamos alegría y complicidad: “;)”- los emojis nacieron en 1999 en Japón en plena fiebre por los pagers, los abuelos de los actuales smartphones. Los emojis sobrevivieron a dinosaurios digitales como Geocities o MySpace y en los últimos meses se sumaron a Twitter, Facebook, Instagram y hoy inundan Snapchat bajo su encarnación personalizada, los bitmojis.
 
Por su versatilidad y contundencia, los emojis nos permiten condensar en una imagen mucho más que una palabra o una frase y en muchas ocasiones nos sirven para transmitir un estado de ánimo. Si estamos empezando una relación amorosa, quizá decir “te amo” por chat es muy precipitado… ¡pero no enviar un corazón o una cara con los ojos con corazones! La ambigüedad propia del lenguaje que usamos todos los días encuentra en los emojis una nueva profundidad.
 
Nada parece poder detener a los emojis. Tal como sucede con cualquier expresión que se vuelve genuinamente parte de la cultura pop, el “mainstream” ya se está apropiando de este flamante lenguaje. Los estudios Sony Pictures anunciaron que trabajan en una película protagonizada por ellos y cuya acción transcurre dentro de un teléfono celular, con el mismo espíritu kidult de “The Lego Movie”, y se espera que el año que viene se estrene en Estados Unidos un programa de entretenimientos en TV con emojis, que repartirá un millón de dólares en premio.
 
Existen, además, los experimentos que buscan ampliar estas fronteras. Hace algunos años alguien tradujo íntegramente “Moby Dick” a estos ideogramas y hace algunos meses varios se escandalizaron cuando se presentó una versión emojizada de la Biblia.
 
 
Yo mismo quise experimentar y en 2015 escribí con emojis uno de los libros más lindos de América Latina, los “Cuentos de la Selva” de Horacio Quiroga y me sorprendí al recibir mucha resistencia en varios medios de comunicación, por considerar que era bastardear esa obra o denigrarla. El uruguayo Quiroga no sólo fue uno de los mayores transgresores de la literatura de su época, sino que escribió estos cuentos para que lo disfruten sus hijos. Estoy seguro que hubiese aprobado esta experiencia, ya que es fiel a su espíritu. No creo que en el futuro los emojis reemplacen a las palabras pero sí que llegaron para quedarse y cada vez los veremos más. 
 
 
Tomás Balmaceda, Periodista y blogger
 
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