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El gran desafío de ser mujer, mamá, profesional y exitosa
Hablemos  claro. Para gran parte de las mujeres en ésta y muchas sociedades contemporáneas, la competencia está presente en todo momento de su vida. Mujeres profesionales en cualquier espacio socioeconómico, desde profesoras, chefs, publicistas, diseñadoras, hasta médicas, abogadas y políticas, trabajan entre 12 a 14 horas por día para tratar de sobresalir. Cosa que también ha provocado un incremento en ataques de ansiedad y cansancio extremo que se convierten en el estrés crónico que ataca al universo  laboral competitivo. 
 
De esta manera, las mujeres que verdaderamente pueden triunfar son una parte cada vez más pequeña de la sociedad: y generalmente se trata de mujeres jóvenes y suficientemente pudientes que no tienen familia o que pueden invertir parte de su salario en alguien que las pueda ayudar en casa.
 
 La verdad es que mientras seas soltera, sin hijos y tengas todas las horas del mundo para trabajar, eres una pieza clave de la empresa. Pero, ¿qué pasa cuando esa situación cambia? Pues lamentablemente de ser la estrella, protagonista de cada proyecto y capaz de manejar cualquier situación, aparte de viajar por el mundo sin mucho preaviso y trasnocharte seguido para terminar importantes presentaciones,  pasas a un rol menos importante, donde eres simplemente una empleada más, eficiente sí, pero que debe resignarse a ser catalogada como "la mamá” que ya no puede rendir como antes.
 
Gracias a esto, algunas empresas que todavía no han evolucionado en su visión ni ajustado sus formatos de trabajo, por no decir que se han quedado  "obsoletas”, están perdiendo a una buena parte de su talento femenino. 
 
Pero, no nos confundamos: Estados Unidos, por ejemplo, sí ha apoyado el talento de sus mujeres mucho más que ningún otro país; es más, las mujeres están empezando a superar a los hombres en cuanto a estudios se refiere y ahora también consiguen puestos con mejores salarios. 
 
Empero, el número de esas mujeres  se reduce significativamente a medida que se acercan a cargos más altos. Muchas descubren que el equilibrio entre la familia y el trabajo no es algo manejable ni les será permitido,  independientemente de la gran ambición, talento o confianza que hayan demostrado. Muchas, lamentablemente, dejan de trabajar por dedicarse a su familia (quién las puede culpar) al encontrarse en esta situación. 
 
Y no es que ellas decidan dejar su trabajo muy felices; simplemente se ven obligadas por el rechazo de su jefe a ayudarlas a combinar su vida familiar con la laboral. Se trata de una elección forzada cuando su pedido de trabajar medio tiempo es negado o cuando surgen despidos o reposicionamientos  que sólo desmotivan, inclusive a las más ambiciosas. 
 
Durante mis muchos años en Estados Unidos tuve la suerte de hacer amigas y tener colegas excepcionales, todas con un hambre de crecer y sobresalir insaciable. Algunas, con mucha suerte, han podido encontrar trabajos que les permiten cuidar de su familia y tener una vida laboral satisfactoria. Otras tienen sus propias empresas y aunque viven al borde del ataque de nervios, se sienten realizadas. También hay algunas, así como yo,  que se han encontrado con empresas y jefes abiertos de mente y que valoran el talento ante todo, que nos permiten trabajar desde casa. 
 
Sin embargo, esos casos son muy pocos,  y la triste realidad es que muchas mujeres  inteligentes y de mucho potencial no pueden lograr el equilibrio suficiente para realizarse como mujeres y como profesionales. A una amiga le ofrecieron un cargo alto y lo único que pidió fue poder trabajar de casa un par de días al mes. Su empleador no lo aceptó. Otra no pudo tomarse dos semanas para cuidar de su hijo enfermo y tuvo que renunciar. Una tercera  ansiaba muchísimo un puesto más alto pero se arrepintió al evaluar los requisitos del mismo y saber que iba a tener que dejar casi cada semana a su niña de tres años por viajes de negocios. 
 
El problema de fondo no es tener un hijo, dos o tres, después de todo, casi todos los hombres con altos cargos ejecutivos tienen hijos y familia. Lo que  realmente causa el conflicto es que todavía existe el muy, pero  muy anticuado pensamiento  de que el trabajo únicamente  se puede hacer en una oficina. Y  con total honestidad puedo decir que como mujer, profesional y con un puesto bastante desafiante, aún no he encontrado nada que demuestre que mi trabajo o ningún otro tenga que limitarse a un espacio de oficina.
 
Gracias a una jefa (y enfaticemos en su género) maravillosa que sabe que una mujer es capaz de dar todo al estar motivada, y de rendir mucho más al tener la tranquilidad de poder cuidar y ver crecer a sus hijos es que hoy puedo trabajar desde mi casa para una empresa internacional y manejar a clientes en toda América Latina sin ningún inconveniente. Hoy en día se puede.
 
Y si yo con dos niñas pequeñas, que son mi prioridad, lo he logrado, estoy más que segura que cualquier mujer con las ganas, el talento y la ambición  lo puede hacer. Solo hace falta que en vez de limitarla se le dé la oportunidad de demostrarlo.
 
 
* Texto originalmente publicado en Página Siete.
 

Moira Pino, Periodista

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